"El objeto de la educación es preparar a los jóvenes para que se eduquen a sí mismos durante toda su vida." Robert Hutch

CEMENTERIOS IGNORADOS BAJO LA LUNA



No fue un obispo, desde luego, quien proclamara en 1938 la necesidad de alcanzar la paz, la piedad y el perdón y, en consecuencia, la reconciliación entre los españoles ciegamente enzarzados en una pavorosa guerra fratricida. Ni durante la guerra, ni siquiera hoy, el episcopado español ha asumido el mensaje de la paz ,la piedad y la reconciliación sin condiciones ni distingos entre buenos y malos. Fue un republicano, defensor del Estado laico, reformista burgués y antiguo alumno de los agustinos de El Escorial quién realizo aquel gesto humanista y patriótico en un discurso pronunciado en el Ayuntamiento de Barcelona en 1938.

Fue Manuel Azaña, presidente de la II República, cuyos restos, conforme a la lógica de la Ley de la Memoria Histórica, deberían descansar para siempre en territorio español, por dignidad de nuestro Estado y reparación de un notable olvido. Si AlfonsoXIII fue enterrado en El Escorial, después de ser democráticamente destronado, Azaña, democráticamente elegido, no se merece peor suerte.

Los obispos habían declarado Cruzada a una guerra provocada por quienes se alzaron violentamente en contra del régimen constitucional para solventar a favor de los sectores más privilegiados conflictos de raíz social y política, antes que religiosa, que deberían haberse resuelto en las urnas. Bendijeron el asalto contra el gobierno legítimo y la implantación de una dictadura que llegó con el apoyo de los nazis alemanes, los fascistas italianos, guerreros del Rif y otros mercenarios y la dictadura portuguesa de Salazar. No es una historia de la que alguien se pueda sentir orgulloso. Aquel conflicto dejó un reguero de muertos, cuyos restos están esparcidos aún en fosas comunes, abandonadas e ignoradas durante muchos años, a causa del desprecio y el sectarismo de los verdugos y del miedo prolongado de quienes en secreto tuvieron que beberse sus lagrimas en silencio, ocultando su condición de esposas, hijos o hermanos de los ejecutados ¿Paz, piedad y perdón?

Ningún jerarca eclesiástico actuó como el buen samaritano. Al contrario, han procedido a cuidar con esmero a las victimas propias, elevándolas a los altares y se niegan a admitir valor alguno de las otras victimas, omitiendo un gesto imprescindible de reconciliación, como habría sido un apoyo expreso a la recuperación de sus restos, ya que no a la reparación de los crímenes de los que podrían haber sido objeto. La conclusión que puede sacarse de tales actitudes es bastante pesimista: si la jerarquía católica sigue aún ignorando y prescindiendo del mensaje de paz y piedad hacia las victimas republicanas enterradas en las cunetas y ,al mismo tiempo, prosigue en su empeño de canonizar a centenares de mártires de aquella contienda será porque sigue asumiendo que aquel hecho histórico, en el que tanta parte tomó, fue una Cruzada, un conflicto esencialmente religioso, en el que ella fue beligerante y ,por tanto, no está dispuesta a renunciar a tal legado.

Un grave error que señalaron en su día intelectuales católicos franceses como Maritain, Mauriac y Bernanos; éste último autor de "Los grandes cementerios bajo la luna", donde denunció la barbarie de la guerra española. En 1939 Bernanos clamaba contra el comportamiento de la Iglesia española: "Es preciso que la cristiandad liquide este asunto de España, es necesario decir la verdad sobre España.¡Basta ya de frases¡¡Os habéis vengado, decidlo¡.Cuando tenemos la desgracia de ceder ante el espíritu de venganza, nos vengamos nosotros mismos, no le confiamos la tarea a un general provisto de la bendición episcopal. El asunto español emponzoña a la cristiandad".

Mauriac, Maritain y Bernanos no aceptaron nunca que la guerra civil española fuese una cruzada, y lo argumentaron no sobre razones políticas sino sobre sus creencias religiosas y ética católica. Ello no quiere decir que simpatizaran con la República. Promovieron, juntamente con otros intelectuales franceses, un llamamiento para poner fin a nuestra guerra civil, en el que decían: "Que no se cubra con una máscara de guerra santa a una guerra de exterminio". Una guerra de exterminio es lo que luego fue calificado como genocidio. Los pueblos que los padecen tienen marcada durante mucho tiempo una profunda cicatriz en su rostro. Esto pasó en Alemania. Esto ha pasado en España.

El asentamiento irreversible de la convivencia civil democrática, cuya experiencia dura ya más de treinta años, requiere contar la verdad de lo ocurrido y padecido y reparar todo aquello que todavía sea posible reparar. Es tarea en la que todos debemos actuar con generosidad. La Iglesia española, por su parte, tiene aún algo pendiente que hacer y que decir para contribuir a la reconciliación y la paz definitiva entre los españoles.

VICTORINO MAYORAL CORTES Presidente de la Fundación CIVES.

0 Comments:

Publicar un comentario